sábado, 29 de diciembre de 2012

Suena una canción


Volvamos a ser esos dos niños que apostaban todo a una canción.
Nuestra banda sonora. Al “play” y que suene un Rock and Roll para siempre. Al latir de nuestros corazones cantando a capela al porvenir y al destino. Destino de pasos inciertos, bien sabrá el tiempo hasta donde vamos a llegar. Por ahora hasta donde escribo, desde que éramos niños escuchando siempre la misma canción. 

Espejito, espejito.

Sin poder evitarlo cada segundo que pasa me hago más viejo y desde pequeño me enseñaron ha aprender algo nuevo cada día. Bueno o malo, que más da lo que me ha condenado. Tropezando se deja huella, y no soy más que nadie, otro animal salvaje que no ha nacido para estar atado. Cada día, aposta me miro al espejo y no veo ningún tipo de cambio, echo la vista a las instantáneas que decoran mi habitación y esos cortes de pelo, ese cuerpo serrano, ese muchacho tan yo, no es ahora mi yo. Ahora mismo me hago un segundo más viejo. No me importa, estoy aprendiendo a mirarme en el espejo del alma. 


Aguantándome la mirada.  

Ley a acatar.


Quise robar versos en los libros más incoherentes, aplastados por el polvo, por el paso del tiempo, de la tinta ya seca que dicta verdades en las cabezas de los que hace ya calendarios escribían sin que les temblara el pulso, menciones de los días grises. Tiempos de guerra, de escasez de alimento, de la “Nana de las cebollas”, del viejo aliento del buey al que poco tiempo le queda de vida. Manuscritos con sentido, de mentes sin sentido por senderos de papiros en blanco. Huellas de vivencias acojonantes, paisajes aplastantes, amores de ensueño y cuentos sin final abarcan todos esos versos que un día quise robar…pero no, ahí los dejo. Dentro de los libros llenos de polvo.