No hay viento que no traiga
vendavales o limpie el cielo de nuestro techo,
el que nada cuenta.
El que nada dice.
Mueve nubes,
flores o
tierras.
El vivo rostro del desaire que cada cual respira.
viernes, 24 de febrero de 2012
Mochila
Sale de casa con la mochila a cuestas, en ella mil y un recuerdos, sueños
y palabras. No palabras sueltas si no palabras ya escritas, quebrantando
muñecas, cortando cabezas huecas, apagando voces roncas…
Con sangre roja, nada de azul ni hostias, el que escribe esto no entiende
de colores ni de tinta, la misma que esta impresa en seis puntos
cardinales de su cuerpo. Cuerpo íbero, de macho alfa, de cabero en celo u
hormonado hasta el culo, sin oficio ni titulación. Estudiante en primero de
medicina sanando los golpes de la vida vivida a su manera, sin estilo.
Buscando en el tiempo su asiento, nada de altares de terciopelo, más
sencillo es, con el suelo se conforma. Conforme a la existencia de la
vida, ni idea, tampoco le importa (por ahora), pero sí inquieta, tan
inquieta como la muerte sin saber donde le pillará, tampoco le importa
(por ahora), le importará cuando se vea sentado, en su lecho de muerte
releyendo todas y cada una de las palabras que, hoy por hoy, guarda en la
mochila.
y palabras. No palabras sueltas si no palabras ya escritas, quebrantando
muñecas, cortando cabezas huecas, apagando voces roncas…
Con sangre roja, nada de azul ni hostias, el que escribe esto no entiende
de colores ni de tinta, la misma que esta impresa en seis puntos
cardinales de su cuerpo. Cuerpo íbero, de macho alfa, de cabero en celo u
hormonado hasta el culo, sin oficio ni titulación. Estudiante en primero de
medicina sanando los golpes de la vida vivida a su manera, sin estilo.
Buscando en el tiempo su asiento, nada de altares de terciopelo, más
sencillo es, con el suelo se conforma. Conforme a la existencia de la
vida, ni idea, tampoco le importa (por ahora), pero sí inquieta, tan
inquieta como la muerte sin saber donde le pillará, tampoco le importa
(por ahora), le importará cuando se vea sentado, en su lecho de muerte
releyendo todas y cada una de las palabras que, hoy por hoy, guarda en la
mochila.
A trompicones...
A trompicones ladeo por este camino.
Un destino incierto,
a veces inútil y otras muchas aprendiendo
refranes de aquellos que en su día callaron.
Cada día que alzo el hocico y
huelo el aroma a tormenta,
oigo titubeantes y temblorosas las voces
de aquellos poetas que murieron,
escribiendo en su lecho de muerte
una interrogación.
??
Un destino incierto,
a veces inútil y otras muchas aprendiendo
refranes de aquellos que en su día callaron.
Cada día que alzo el hocico y
huelo el aroma a tormenta,
oigo titubeantes y temblorosas las voces
de aquellos poetas que murieron,
escribiendo en su lecho de muerte
una interrogación.
??
Suscribirse a:
Entradas (Atom)