A trompicones ladeo por este camino.
Un destino incierto,
a veces inútil y otras muchas aprendiendo
refranes de aquellos que en su día callaron.
Cada día que alzo el hocico y
huelo el aroma a tormenta,
oigo titubeantes y temblorosas las voces
de aquellos poetas que murieron,
escribiendo en su lecho de muerte
una interrogación.
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