miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mil cosas.


Mil cosas rondan a diario por mi cabeza. Pájaros sin forma, cuestiones que no hay por donde agarrar y la razón que no entiende de razonamientos, pasan. Pasan de mi como las nubes de un cielo nuboso, el tiempo por los versos que ya no escribo. Pasan de mi las palabras, la musa que no quiere ser vista pero… Al final todo se va. Todo pasa hasta la más cruel de las tormentas. Todas pasan. Quiera o no al final todas las musas se dejan ser vistas, aunque no vivas en la realidad. Habitante dentro de mi cabeza. Ciencia ficción. Donde pasas tantas cosas y ninguna es cierta. 

Caja de pino.


No hay nada más libre que el tiempo. Segundero, verdugo que a la fuerza nos pone a cada uno en nuestro sitio o marca la hora de la despedida, del suelo a tres metros bajo los pies y allí quién sabrá que es lo que nos espera.

Os lo cuento. 

Eternidad dentro de una caja de pino y de los restos cientos de gusanos sedientos de vida, aprovechando la nuestra ya vivida. Vida que también acabará con la de esos gusanos que se alimentan de cuerpos inertes y no pueden con el recuerdo. 

Siempre se queda a tres metros sobre la tapa de la caja de pino. 

Detrás de las flores.


Donde se acuestan las flores despierta una sonrisa que espanta al frío y en su mirar despega un brillo que ilumina el camino oscuro, las noches sin estrellas, los pasos inciertos… Dentro de sí, un cosquilleo incesante de gratas sensaciones, cargas positivas, talismán de cada noche, magia bajo la luna.

Cuatro manos, 

dos sexos, 

una sola acción. 

Hasta que salga el sol y las hormonas mueran de sed a las puertas de donde se acuestan las flores, bajo un cielo sin estrellas Adán y Eva mueren de ganas por volverse a morder.