viernes, 26 de abril de 2013

A la faena


He pasado media vida contemplando los frutos que traen los océanos. El sudor del marinero que se juega la vida en cada faena, los callos en las manos del que aún tira “a pelo” las redes llenas de hambre y vacías de pan. El hambre de las mujeres y niños que aguardan en el puerto, sin saber si volverán. En la mano (por si acaso) un pañuelo de trapo. Cada madrugada a la misma hora los portales abren, la angustia y preocupación salen a la calle en busca de rostros familiares, en busca de la respuesta.

Que no les haya tragado el mar. 

De pronto...


Tengo el cielo despejado, 

de pronto, 

sin más ni más

nubes de tormenta asoman el horizonte. 

Esas, 

las grises no se lo piensan dos veces. 

Disparan.



Llueven los ojos.