Suenan las palmas en el eco de la calle menor, un punteo en
el acústico del entorno, la voz ronca del sin vergüenza que no alza la voz, que
no atreve a molestar a los vecinos. Algunos salen en bata a las ventanas, sin
miedo a que les vean, sin miedo al que dirán. Cotilleos de barrio. Palabras que
atrapan los oídos, razonan sobre su vida y los puntos de vista que cada cual
tiene a la hora de mirar. Cada uno a en su mundo, en medio, él. Exprimiendo la
poca libertad que le queda, cuando le dejan cantar. Cuando no se siente
discriminado cuando aparecen los guardias haciéndole callar la voz, en busca de
la documentación. Calla el gallinero del vecindario. Fin del espectáculo.
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