Dicen que sabe pronunciar todas las palabras de un tirón, sin prisa pero
sin pausa, a su ritmo, más que hablar profetiza, son cosas suyas, sin
locuras. No sabe sumar ni restar, menos algebra. Pero sabe latín. Pinta
cada noche su voz a la intemperie, los gatos se paran al pasar y los
balcones se tiñen de tiernas miradas. Es socio de la locura, o de su
libertad. La que él quiere, la que necesita. Mata la soledad con tristes
palabras que solo él siente y los que miran jamás querrían sentirlas.
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