Prometí dar rienda suelta a la cordura en campos de nada y
amarrar la locura en el establo donde cambian alpiste por palabras y herraduras
por el punto y seguido. En mi mundo de papel, a la medida y altura que las
manos precisen. Sangra el tintero, ahora ya seco. Sin inspiración, sin luces
que hablen de la sombra que aliña cigarros cada noche, antes de abrir la puerta
del establo y cerrarla por fuera, con la locura, agarrados de la mano en busca
del punto y final.
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