Oigo de fondo, en el eco de este rincón, la voz tenue del
silencio. Entre la ventana entre abierta y la musaraña que cuelga de un hilo,
pendiente de la corriente, siempre a merced del aire que la mece. La puerta
cerrada por si escapan las palabras, de la tinta que quiere cobrar vida. Vida
que tiene que morir, algún día, espero no verlo, ni escribir el exterminio de
la humanidad, humanidad que ya no es humana.
Oigo la voz del silencio.
Me
susurra lo que la tierra le comenta. Que está enferma. Nosotros, sus parásitos
poco a poco la estamos enterrando. Talamos bosques enteros, fuman las centrales
nucleares, extraemos lo extraíble, asesinamos animales y peces, cada vez el
aire está más caro. Entre otras consecuencias de habernos dado permiso para
consumir de ella, lo que más necesita.
Me cuenta el silencio la muerte de la
tierra, y no la quiero escribir.
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